miércoles, 29 de mayo de 2013

El blues de Kilamba Kiaxi (II)

Continuando con el post anterior.

La única vez que entré a Kilamba Kiaxi fue un día de semana a las once de la noche. Una noche al pedo, manejando con Y. que estaba de visita en Luanda. Fuimos por la Rua do Samba hacia el sur, pasando por las calles arboladas y asfaltadas de Talatona y del Futungo de Belas, y por las necesidades básicas insatisfechas del Prenda, Cabolombo y Benfica. Casi sin tránsito, llegamos en menos de 40 minutos a Monobloclándia. Quilómetros y quilómetros de monoblocs de todas las formas, alturas y colores. Calles amplias, asfaltadas, limpias, iluminadas y señalizadas. Paradas de colectivo. Acá y allá, un edificio con algunas luces prendidas. Algunas terrazas con plantas, algunos autos estacionados. Símbolos irregulares de ocupación humana efectiva. Y las calles totalmente desiertas. De personas y de autos.



De símbolo del progreso de Angola y principio de solución del problema habitacional, Kilamba pasó a ser una vergüenza nacional. La innombrable. Pero igual la gente habla. Porque, verdad sea dicha, ¿cómo puede ser que en un país donde la gente vive en condiciones tan precarias haya una Santa Rosa de departamentos terminados y sin ocupar? Y hubo que tomar cartas en el asunto. El gobierno tomó una decisión parecida a las decisiones que se toman en Angola cada vez que hay un problema complicado: que el quilombo de Kilamba lo solucione Sonangol, la estatal de petróleo.

Y se pusieron las pilas. Sumaron unidades en otras nuevas centralidades en Viana, Zungo y Cacuaco, mundos monobloc en distintas etapas de terminación y sub-ocupación, y a principios de 2013 anunciaron con bombos y platillos un corte radical de precios (en muchos casos, a la mitad) y financiamiento a largo plazo en condiciones favorables. Fue como si anunciaran recital de los Rolling Stones en River: la desesperación. Gente haciendo cola toda la noche, la televisión estatal enfocando en los ojos lagrimosos de la emergente clase media angoleña realizando el sueño de la casa propia. ¡Con canillas en el baño y todo, vieja! De las que uno abre y sale agua...

Pero bueno, esto es Africa y las buenas noticias siempre tienen un pero bueno, esto es Africa. A las dos semanas de abiertas las inscripciones para el sueño de la canilla propia, Sonangol colapsó con los pedidos y tuvieron que suspender las ventas. Habían unos temitas de interconexión entre los distintos puntos de venta, y al par de días en realidad ya nadie sabía qué le estaban vendiendo a quién. Se empezó a correr la bola que se habían vendido una serie de departamentos a más de un comprador y que mucha gente iba a quedar en Pampa y la vía después de haber puesto hasta 20 lucas verdes de entrada. Algunos de los compradores indignados (y algún que otro vivillo que no había puesto un mango) empezaron a prepararse para okupar los departamentos. El gobierno anunció refuerzo de la guardia policial para evitar invasiones a los edificios vacíos. La vida en los trópicos...

Un par de semanas después, y de nuevo se pusieron departamentos a la venta. Dicen que en los países que empiezan con la letra "A", como Angola, Alemania y la Argentina, a la gente le gusta mucho quejarse. Debe ser algo gramatical. Acá mucha gente se queja de los plazos de entrega, que no puede ser que uno ponga la tarasca de adelanto y tengan que pasar meses de trámites burocráticos para poder ingresar a departamentos que ya están terminados hace un par de años. Y que mientras tanto hay que seguir pagando el alquiler del musseke... Algunos analistas pronosticaron que este problema se solucionaría si hubiera la opción de empezar el tramiterío mientras los edificios están en construcción. Otros advirtieron que el angoleño jamás va a poner su guita sin tener el edificio terminado. En Angola, sin caniya no hay biyuya.

Este es un interesante artículo sobre las luces y sombras de vivir en Kilamba. Lo bueno: energía y agua constantes (una familia llega a ahorrar US$ 450 por mes en gasoil para generadores y camión cisterna); escuelas cerca de casa, baja criminalidad (por ahora que queda tan lejos y hay tan poca gente que ni los chorros se animan...). Lo malo: pocas opciones para hacer compras, entonces los almacenes practican precios un 50% más salados que los ya absurdos precios de Luanda; la distancia al centro; no dejan entrar a los kandong, perdón, taxistas (o sea que o tenés movilidad o estás en el horno).

Mientras los ciudadanos se quejan y los analistas pronostican qué pasaría en un universo paralelo, Kilamba se va poblando de a poco. En un futuro, probablemente le pase lo mismo que a otras ciudades planificadas como Brasilia, Nueva Delhi, La Plata o Washington: el crecimiento orgánico las llevará por caminos que los planificadores jamás soñaron, y la ciudad pasará a ser patrimonio de sus habitantes y no de los que la diseñaron. Es probable incluso que dentro de 20 años, si el país sigue creciendo, Kilamba deje de ser una unidad aislada y el resto de la ciudad de Luanda la alcance y la invada.

Pero me parece que no hay que perder de vista que implantar una Bariloche en los suburbios representa una solución para el 2,5% del problema habitacional de Luanda. Asegurar viviendas dignas para todos los caluandas implica levantar 40 Kilambas de la nada. Y que en realidad en estos momentos se están solucionando los problemas de vivienda de la clase media: gente que tiene 20 lucas verdes para pagar un adelanto de un departamento y que hasta ahora no tenía opciones para comprar. Garantizar viviendas dignas para las zungueiras, los taxistas (bah, kandongueiros) y los amigos kuduristas del Sambizanga requerirá décadas, mucho petróleo y capacidades institucionales que hoy francamente no existen.

Propiedad intelectual: las fotos las saqué de acá y acá

lunes, 27 de mayo de 2013

El blues de Kilamba Kiaxi (I)

Con todas las carencias en términos de vialidad que tiene Luanda, hay una ruta que verdaderamente puede ser llamada "autopista": son los casi 60 km de la Vía Expresso Benfica-Cacuaco. Es una circunvalación que encierra el aglomerado urbano, pasando a 25-30 km del centro. Ir de Benfica a Cacuaco pasando por el centro te lleva entre 6 y 8 horas, pero por la Vía Expreso uno lo hace en 45 minutos. Principalmente porque como no mucha gente viaja entre esos dos extremos de Luanda, la Vía Expreso siempre está descongestionada.

Pero esa ruta es el futuro. De la misma forma que la clase media después de la guerra inició un sostenido éxodo hacia el sur de Luanda, llenando Talatona de countries, urbanizaciones, shoppings, avenidas, el gobierno espera descongestionar el centro moviendo cosas hacia la Vía Expreso. El nuevo estadio nacional, edificios públicos, hotel cinco estrellas y centro de convenciones al puro estilo neo-cocoliche, el mayor hipermercado de Angola, el World Trade Center, el parque industrial de Viana. Y las nuevas centralidades. Las nuevas centralidades son el intento de mejorar las condiciones de vivienda de la población. Que son muy precarias. Y cuando digo muy precarias, el énfasis es en el muy. MUY. La gran mayoría de la población vive en condiciones que en la Argentina están reservadas para el decil más vulnerable.

Nada nuevo bajo el sol. Las nuevas centralidades son lo que varios países que salen de la pobreza extrema han hecho para solucionar las condiciones de vivienda. Monoblocs. Cientos. Barrios enteros. Ciudades monobloc. Con asfalto, electricidad, agua corriente, escuelas y hospitales. Y ya que estamos hablando de las nuevas centralidades, hay una que es como una epítome de todo lo que está bien y todo lo que está mal en este país: Kilamba Kiaxi.



Empezando por la metodología empleada: Kilamba es una ciudad completa para 125 mil habitantes (como Tandil, por ejemplo), implantada por la empresa estatal china de inversiones, CITIC, a cambio de petróleo. Algo similar a lo que nosotros ya hicimos con éxito con Venezuela, pero más básico. Sin privados vendiendo tractores o leche en polvo o instalando plantas llave en mano. Negocios hechos directamente entre la República Popular China y la ex-República Popular de Angola. Que en este caso tiene además una lógica muy poderosa: no hay empresas angoleñas en condiciones de crear una San Rafael en un par de años. E incluso armar los mecanismos institucionales que permitan contratar internacionalmente es pedir un poco demasiado de las capacidades burocráticas locales. Back to basics: oro negro por departamentos terminados.

Los chinos cumplieron con su parte: Kilamba Kiaxi no es solo un sueño o un proyecto. Es una ciudad fantasma casi terminada, ubicada allá en el c#¡0 del mundo donde el viento hizo la curva y el diablo perdió sus botas. Pero con una gran trampa: mientras las constructoras brasileñas y portuguesas contratan mano de obra local y la entrenan (bueno, más o menos...), los chinos vuelan a los obreros de su wild west. Y muchos se van quedando. Y ponen sus propios negocios: pequeñas empresas constructoras, negocios de material de construcción, importadores mayoristas. Y traen a sus familias de China, y muchas veces instalan sus negocios en el interior del país. Y el gran Matías Damasio ironiza que en esta nueva Angola, en las listas de regalos de casamiento los novios piden "chinos para trabajar terreno de 20x40".

Pero volviendo al blues de Kilamba Kiaxi, el gran problema no es la ubicación - que es bastante mala por cierto: 20 km de embotellamiento hacia el sur o hacia el oeste, y después 15 km despejados en la otra dirección por la vía expreso. El diablo siempre mete la cola en los detalles, y acá el detallecito que se les pasó no fue el de construir dos Ciudad Evita en un par de años, sino el de poblarlas una vez terminadas. El primer intento de solución fue el de vender a Kilamba como si fuera un residencial de lujo - y en efectivo. Y sí, comparado con las condiciones de vivienda de la gran mayoría de la población, un departamento nuevo en una calle asfaltada con luz y agua constantes es Barrio Parque. Pero la triste realidad es que se quiso cobrar por departamentos de Lugano ubicados en Nordelta como si fueran Puerto Madero. Y nadie los compró...


¿Achanchados por la triste realidad africana? Una luz de esperanza, en la próxima entrega de este bloj.

Propiedad intelectual: fotos bajadas de acá, acá, acáacá.

viernes, 24 de mayo de 2013

Kandongueiro sagrado

En el post anterior les comenté un poco sobre el trance roller sheeba boogie zombadicto sónico tránsito de Luanda. Les comenté que casi no existe el transporte público. Casi. Hay un par de líneas de colectivo, y están rehabilitando algunas líneas de tren de la época de la colonia. Creo que son dos líneas, pero que no se cruzan. De resto, reinan soberanos los kandongueiros. Que no les gustan que les digan kandongueiros, hay que llamarlos taxistas que si no se te ofenden. Y al kandongue, le decimos taxi.


No es exactamente lo que nosotros conocemos como taxi. Son en su mayoría unas Toyotas llamadas Hiace pintadas de escarapela argentina y hechas bolsa - aunque hay que reconocer que algunos taxis, bah, kandongues, están impecables. La capacidad nominal de esos bichos es de 9 pasajeros, pero quien dice 9 dice 15. Y media docena de gallinas vivas para la cabidela, que total van en un canasto y no molestan. El calor en Luanda puede ser algo tremendo, pero como total la mayoría de los kandongueiros, digo, taxis tienen varios vidrios partidos la ventilación está siempre garantizada. Haciendo un cálculo de carniceros, si pensamos que mitad de la población no tiene acceso a agua corriente y se higieniza a base del palanganazo duro, en un vehículo para 9 pasajeros cómodos a 35 grados, unas 7-8 personas no se ducharon. Más media docena de gallinas vivas, el aroma a humanidad puede ser nauseabundo.

No me queda en claro el grado de formalidad del kandongue. No parece ser un "servicio público regulado", pero tampoco se crean que es el viva la pepa total. La policía los para normalmente, como a otros autos. Es común ver a los canas charlando con los taxistas, bueno, kandongueiros. Impresiona el olor a T.R.A.N.S.A. de esas charlas... se siente de lejos... Muchos tienen recorridos regulares o semi-regulares, y los anuncian a viva voz mientras van pasando: Aeropuerto, São Paulo, Gamek, Samba, Viana, Artesanato. Pero por unos manguitos también se pueden desviar del recorrido para acercarte.

El sistema tarifario de los kandong, perdón, taxis, es peculiar. Se basa en el sistema binario. El pasaje pueden ser 100 kwanzas o 200 kwanzas (uno o dos dólares), dependiendo de la distancia y de los embotellamientos. Se arregla en el momento, y lo curioso es que de 100 pasa a 200, sin hacer escala en, ponéle, un 150.

Es común que en diversas situaciones, particularmente cuando uno tiene la mano en un volante y hace su mejor esfuerzo para sobrevivir al trance roller sheeba boogie zombadicto sónico tránsito de Luanda, le agarren ganas de gritarle a los taxistas: ¿qué m!#%d4 hacés, kandongueiro? Tienen este truco, en calles estrechas de doble mano embotelladas en un sólo sentido, de pasar a los autos embotellados y cuando viene un auto en la dirección contraria tirarte el kandongue encima para generar un tercer carril a la fuerza. Te pueden parar el taxi en el carril de la izquierda de una avenida para levantar a un pasajero que justo cruzaba en ese momento. O por la razón que sea (goma pinchada, pescado a la parrilla, venta de gallinas vivas, charla con amigo kandongueiro) dejarlo parado en el medio de una ruta sin banquina justo a la entrada de una curva cuando uno no puede ver si se te viene encima un camión a 120 por hora.

Muchos de ellos le ponen onda a su escarapela ambulante. Obviamente no me refiero a los evangélicos, que le meten los slogans de la iglesia universal. Me gustan particularmente los que hacen referencia al black power o al kuduro. Aunque a veces me imagino que pasar dos horas arriba de un taxi con el kuduro al mango te debe taladrar la cabeza. Algunos le cargan mucho animal print, o le meten slogans al vidrio de atrás. ¡Otros hasta tienen un LCD de 32" para los pasajeros!

Aunque la mayoría de los kandonguei, no, no, no quise decir eso, la mayoría de los taxistas son unas bestias que no les importa nada, a veces muestran toques de humanidad. No me voy a olvidar de uno, yo tratando de hacer la rotonda en el São Paulo, ocho de la noche, corte de luz en todo el barrio no se veía una goma, miles de personas cruzando la avenida de los Combatentes por todos lados, tres camiones me encerraron contra la rotonda y de repente tengo el auto trabado y no lo puedo mover. Ataque de pánico, aire condicionado a full y yo sudando como un cerdo todos los vidrios empañados, señoras con bebés pasando por los 13 mm que separan a mi auto de los camiones. Un taxista buena onda me ve la cara de quien está a punto de ingresar en una conversión religiosa de emergencia, despeja un poco el camino y me hace señales para que suba a la rotonda para salir del embroglio. Le hago caso, paso con el auto por encima de la rotonda y me meto en el hueco que el taxista me hizo. Casi me pongo a llorar de la emoción.

Propiedad intelectual: las fotos las saqué de acá, acá, acá y acá.

martes, 21 de mayo de 2013

Espíd Reicer

No es algo sencillo de describir. El tránsito en Luanda. Imaginemos una ciudad de 500.000 habitantes, con infraestructura adecuada. Como San Juan, por ejemplo. Le tiramos cuarenta años de guerra encima, y 6.000.000 de refugiados. 10 años de boom petrolero después, sumamos cientos de miles de 4x4. Y las calles y avenidas que las constructoras chinas, portuguesas y brasileñas van metiendo en el medio de todo eso, a los ponchazos. Le restamos casi toda forma de transporte público.


Dividimos los nuevos carriles por el número de zungueiras que tienen que vender pescado, harina de maíz, alfombras y raquetas mata-mosquito en los embotellamientos. Sacamos los nombres de las calles, que total son de la época de la colonia y nadie los conoce. Es más práctico guiarse por la farmacia con el cartel azul, la panadería "Bolo Real", la esquina con dos bancos enfrentados o la tía que vende pescado a la parrilla, la de las sillas de plástico azules. Ya que estamos en minimalistas, sacamos todo tipo de cartelería urbana que indique algo. Multiplicamos el resultado por la falta de semáforos en los cruces de las nuevas avenidas, y los cortes de luz que todas las noches afectan barrios enteros.

Ya que estamos restamos las veredas. ¿Para qué mantener esa tradicional separación careta entre autos y peatones? A las calles llenas de baches, les tiramos agua y basura. Mucha agua, y mucha basura. Para que uno no sepa exactamente donde está metiendo su auto. Sacamos todos los estacionamientos de la ciudad. Es más fácil dar vueltas por la vía pública buscando un trapito que te indique como dejar el auto en triple fila, que total el señor del Borat azul es raro que salga antes de las 6 de la tarde. Por las dudas, dejamos cartelitos con el número de celular en el parabrisas.

Sumamos un montón de motos chinas nuevas, con nombres como Keweseki o Kiwisiki. Se las damos a miles de pendejos que no las saben manejar, y los largamos a la calle. Aprovechamos y sacamos las tapas de desague, que se funden y se revenden en los mercados informales. Y le sumamos mucho asfalto brasileño, de ese que es económico porque se le saca casi todo el petróleo que es caro y se lo cambia por basura más barata. Es bárbaro. Hasta la primera lluvia, que lo derrite como si fuera hecho de azúcar.

A todo eso le sumamos al Camarada Presidente: cuando él decide salir, las calles por donde va a pasar quedan cortadas desde dos horas antes.

Y al final de todo este proceso, nos sacamos las máscaras: si yo te digo que nos vamos a encontrar a las cuatro de la tarde, bueno, eso ya se verá. Lo que pasó es que tenía que pasar por el banco, que queda acá a quince cuadras. A la ida fuimos bien, pero a la vuelta mejor ni te cuento. Justo enfrente a la Sagrada Familia volcó un camión de chinos, que estaban puestos en gradas como de coca-cola. La mar en coche, un mar de chinos tirados por la calle, y cuando fuimos a hacer la rotonda frente a la radio nacional estaba cortada, que están en obras. Quisimos agarrar un atajo, pero unos pibes habían parado los autos para charlar y se armó la podrida, que parece que uno le quería birlar la novia al otro, y estaban en ese tole tole y no pasaba nadie.

Y justo cayó la cana que nos quiso poner una multa por estacionar en lugar prohibido y les tratamos de explicar que no estamos estacionados, que esto es un embotellamiento y queremos salir de acá. Pero no hubo caso, al final arreglamos con 2000 kwanzas. Sí, ya sé, son seis menos cuarto, estoy a tres cuadras pero por acá el auto no pasa, ahora meto el cuatro por cuatro y lo saco. Poné la birra en el congelador que en quince, sin falta, llego.

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domingo, 19 de mayo de 2013

El temita ese del agua

Las luces de la Baía de Luanda pueden encandilar. Las grúas y las obras pueden hacer soñar con la Dubai africana. Las 4x4 por todas partes pueden llevar a conclusiones apresuradas. Pero a veces el subdesarrollo muestra su cara en los pequeños detalles. Cuestiones triviales y de importancia menor, que casi casi podrían pasar desapercibidas. Como el agua.

Es una mezcla de un montón de cuestiones relacionadas. Para empezar, de falta de acceso a cualquier tipo de agua corriente: la ONG WaterAid estima que esto alcanza casi el 50% de la población. Siguiendo en la lista, el tema de la calidad del agua que sale de las canillas. Que los médicos te dicen que no debe ser usada ni para lavarse los dientes. Ni siquiera hervida. Pero que los angoleños toman sin más. Y logran una expectativa de vida que mal supera los 50 años.

Pero incluso entre el 50% que tiene acceso a agua corriente de dudosa calidad el panorama no es del todo claro. Una noche dormí en un musseke, en Benguela. Típico hogar de la nueva clase media angoleña: marido enfermero, esposa encargada de limpieza en hotel. Los dos con buenos laburos. Hijos en la escuela. Auto, televisor con parabólica, heladera. Una única canilla para toda la casa, en el patio. Esa canillita abastece cocina, baño, lavadero. El baño, un agujero en el piso y una palangana. En la cena, atentos, nos sirvieron agua mineral. Aclarando que es el agua "de ustedes". Momento apartheid involuntario - pero necesario.


Y no todo es cuestión de infraestructura - aunque es seguro que se necesitan más caños, más cloacas, más estaciones de tratamiento. Visitamos una escuela pública secundaria: un muchacho regaba las plantas con una manguera pero en el baño no había agua. Fuimos a una fiesta: la escalera para llegar a la pista de baile era una catarata de agua perdida pero en el baño no había agua. En estos casos, uno rápidamente decide no tomar cerveza o nada que sea ni remotamente diurético.

En las esquinas de los barrios ricos de Luanda es común encontrar caños que pierden e inundan las calles durante días, semanas o meses. Y ahí donde hay un caño roto chorreando litros de agua, hay angoleños bañándose, lavando la ropa o cocinando. O juntando galones para revenderlos. Porque la escasez y la mala distribución son oportunidades de negocios. El galón de agua cuesta normalmente entre 1 y 2 dólares, pero si hay falta de agua generalizada te lo cobran 5. El camión cisterna con 10.000 litros llega a tu casa por 300 dólares.

Pero los caños rotos son un privilegio de pocos, porque la realidad es que en barrios enteros de la ciudad de Luanda no pasa un caño de agua. En esos barrios, los camiones cisterna reparten agua más barata - agua que viene del río sin tratamiento. Los vecinos descartan el agua usada en las calles. Otros vecinos aprovechan los charcos de agua descartada para bañarse o lavar su ropa. Los charcos se transforman en reservas ecológicas para la proliferación de mosquitos que transmiten malaria y dengue. Y en los baños de los centros de salud del Sambizanga el agua directamente no corre.



Y entonces uno se da cuenta de la magnitud de determinados desafíos. WaterAid estima que 16.000 niños mueren por año en Angola de diarrea causada por las condiciones sanitarias y del agua...
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