martes, 27 de noviembre de 2012

Menú Imperial (II)

Continuando con lo que empecé en el post anterior, les comento un poco la estructura del libro. Cronológicamente, empieza con una visión de dos Imperios "fundadores": el romano y el chino en el siglo III a.C., no porque fueran los primeros imperios, sino porque fueron referencia insoslayable para los constructores de imperio posteriores:


Una y otra alcanzaron una gran extensión física, integraron comercio y producción en economías de escala mundial (el mundo que cada una de ellas creó), concibieron instituciones en las que se cimentó el poder del Estado durante siglos, desarrollaron un convincente marco cultural para explicar y difundir su éxito y aseguraron, durante prolongadísimos períodos de tiempo, la aquiescencia al poder del imperio.

Al oeste de Eurasia, la caída de Roma generó un vacío de poder que intentó ser llenado durante los siglos posteriores por tres imperios de profunda raíz religiosa y monoteísta: los efímeros carolingios, Bizancio y los califatos islámicos. Por su parte, el centro-este lo ocuparon los kanatos mongoles que velozmente aglutinaron el imperio de mayor dimensión territorial de la Historia. Sus ventajas iniciales (el nomadismo que permitió que un ejército móvil y auto-suficiente conquistara terrenos y estableciera conexiones y rutas comerciales que unieron el Mar Negro al Pacífico) y su tolerancia a otras culturas y religiones fueron contrarrestadas por la incapacidad de unificar el Imperio en un todo coherente y sustentable.

La incapacidad de los gobernantes de Eurasia occidental de reconstruir una unidad similar a la del imperio romano, la expansión del imperio otomano que implicó un virtual muro en las rutas orientales y la prosperidad del imperio chino impulsaron a los reinos de lo que hoy es Europa al mar: hacia Asia primero y luego a las Américas. La capacidad de conquistar y administrar territorios en ultramar (la creación de enclaves en Ásia y África y la conquista de América) permitió a los reinos europeos lo que no lograban en su corset geográfico: crear imperios y sus instituciones.

A su vez, en la confluencia de Ásia, Europa y África Osmán y sus descendientes construyeron un imperio terrestre y marítimo, combinando tecnologías imperiales de las distintas regiones: el monoteísmo romano, la tolerancia mongola, e incorporando nuevas, como la sucesión por uno de los hijos del sultán con una esclava de su harén. En las Américas, imperios de ultramar destruían imperios nativos. En una región poco deseada entre Europa y Asia, los príncipes de Kiev y Moscovia construyeron su imperio a partir de un centro de "bosques y pantanos con una población dispersa y errante", incorporando los restos de los kanatos mongoles y chocando en las fronteras con los imperios chino y otomano.

El principal mérito del libro no es la información nueva que aporta, sino la combinación de distintas Historias con una relectura en otro tono:


A menudo se anuncia a bombo y platillo (sic) que la Paz de Westfalia (1648) fue el comienzo de un nuevo régimen, y que marcó la aceptación del principio de soberanía territorial de cada Estado por parte de las grandes potencias de Europa. Pero el acuerdo en cuestión fue mucho menos innovador y no llegó tan lejos ... Los signatarios de la paz no tenían un carácter nacional ni estaban claramente definidos; perseguían ambiciones imperiales y continuarían sometidos a ellas durante los trescientos años siguientes.

Aunque sí es verdad, como notan los autores, que el arsenal de ideas políticas del siglo XVIII permitió imaginar un no-imperio (un solo pueblo soberano sobre un solo territorio), el republicanismo no implicó el fin del imperio, sino simplemente la posibilidad de la nueva Roma: el Imperio Republicano. Mientras en América del Norte nacía un "imperio de la libertad" basado en el trabajo esclavo, otro imperio transcontinental acomodaba bajo el paraguas personal del zar a una multiplicidad de etnias, religiones y usos y costumbres.

Mientras tanto, por los cinco continentes surgían nuevas formas de dominación, de imperialismo y colonización (en la India, en África, en América Latina), pero también nuevas formas de resistencia. Viejos imperios (otomano, austríaco) se desmembraron en Estados-Nación o fueron absorvidos por otros imperios; surgieron nuevas entidades con aspiraciones imperiales (Alemania, Japón, Italia); imperios bebés "nacieron" de imperios padre (EE.UU. y Brasil). Los repertorios de poder varían según se trate del imperio bizantino en el siglo XIII, el imperio chino en el XVII o el americano en el XXI, pero los objetivos de la estrategia imperial son reconocibles.

Quizá el punto más débil de la obra de Burbank y Cooper sea la dificultad en establecer una definición clara de imperio, y en cierto sentido uno podría preguntarse si el imperio de los dos autores no guarda una estrecha relación con el concepto de superpotencia del realismo, siendo el imperialismo entonces apenas una de las facetas de estas entidades políticas. Indirectamente los autores lo reconocen, al analizar las estrategias imperiales de Estados Unidos tratando de encajar una entidad política de nuestros días a un hilo conductor de casi 25 siglos de Historia:


Durante todo el siglo XX los Estados Unidos han desplegado una gran variedad de estrategias imperiales en el extranjero: han ocupado países, han enviado tropas para desalojar a gobernantes hostiles, han patrocinado guerras subsidiarias contra sus enemigos, han utilizado enclaves coloniales y bases militares en territorio extranjero, han enviado misiones y, más recientemente, han suministrado expertos y ayuda al desarrollo.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Menú Imperial (I)

Terminé de leer un libro muy interesante de historia mundial (o Historia Mundial): "Imperios: una nueva visión de la Historia universal", de Jane Burbank y Frederick Cooper, historiadores especializados en historia rusa y eslava y en el imperialismo del siglo XIX y la posterior descolonización, respectivamente. El aspecto más interesante del libro es que propone una clave de lectura de la Historia mundial distinta a la de los libros de texto, que interpretan una evolución de las formaciones políticas según las distintas "Edades": los grandes Imperios de la Antigüedad Clásica, el sistema feudal de la Edad Media, los reinos absolutistas de la Edad Moderna, y finalmente la conformación actual en Estados-Naciones de la Edad Contemporánea.

Frente a ese modelo tradicional, los autores desarrollan una evolución de los repertorios de poder que distintos Imperios han utilizado a lo largo del tiempo para mantener unidos en un único cuerpo político a pueblos (o Naciones) con distintos idiomas, culturas e intereses. En contraposición a una historiografía limitada por la geografía (el intento permanente de buscar el carácter nacional de cada uno de los distintos Imperios), Burbank y Cooper presentan en todo momento un relato verdaderamente global, en la cual los Imperios conviven y muchas veces entran en conflicto entre ellos o con entidades políticas no-imperiales.

La primera oposición clara es la del Imperio y la modalidad actual de configuración política internacional, el Estado-Nación. Este último se basa en un ideal de "unidad": un pueblo habitando un territorio. Ante esta concepción, claramente el poder imperial es expansionista: se basa en diferencias y jerarquías a medida que se incorporan distintos pueblos. Cada imperio histórico ha usado distintos repertorios de poder con el objetivo de administrar sus conquistas territoriales, e incorporarlas a un sistema de gobierno. A efectos de explicitar esos repertorios de poder, el libro estudia los distintos casos marcando cinco temas centrales:


  1. La administración de las diferencias - todos los imperios establecieron fronteras entre colonizadores y colonizados: algunos trabajaron con la idea de homogeneizar poblaciones, incorporando porciones de los pueblos conquistados a un ideal de "ciudadanía imperial", mientras que otros trabajaron en la conservación o incluso creación de las diferencias.  Si bien en principio uno podría pensar en la homogeneización como una especie de imperialismo inclusivo o benigno, en los distintos capítulos los autores muestran como eso fue muchas veces hecho a fuego, a través de un imperialismo cultural represivo. Por otra parte, al privilegiar la lealtad sobre la igualdad, en algunos casos (como el Imperio Otomano en sus mejores momentos) el mantenimiento de las diferencias pudo crear espacios multiculturales donde bajo un único gobierno se respetaron idiomas, costumbres y religiones locales.
  2. Los intermediarios imperiales - los imperios manejaron extensiones espaciales a través de agentes. En algunos casos, esos agentes fueron enviados desde el centro imperial, y en otros casos se recurrió al reclutamiento de poblaciones colonizadas (sea asimilando elites locales o utilizando a grupos anteriormente marginados). Los intermediarios en muchos casos crearon a su vez redes de fidelidades alternativas, lo que les permitió negociar su incorporación a otros imperios o directamente independizarse. Cada imperio adaptó sus estrategias de intermediación a las necesidades puntuales de su proceso expansivo.
  3. Las intersecciones imperiales - los imperios siempre se caracterizaron por la fluidez de sus fronteras. Al tratarse de cuerpos políticos en permanente expansión (o por lo menos con el deseo de expandirse), es natural que los mismos imperios consideren a sus fronteras como un factor temporario, y a los territorios y poblaciones ubicadas más allá de esas fronteras como posibilidades. A su vez, las entidades políticas ubicadas por fuera del territorio imperial (sean imperios rivales, naciones o tribus bárbaras) también entendieron a esas fronteras como tierra de oportunidades - especialmente a medida que esas fronteras se alejaban del centro imperial. Una constante de la historia de los imperios es que sus intersecciones dieron lugar a la competición, a la imitación y a la innovación.
  4. Los imaginarios imperiales - a lo largo de la Historia, los imperios compitieron por territorios, recursos, poblaciones, pero también por símbolos de status y por un lugar en el imaginario de las poblaciones (tanto las propias como las ajenas). Los líderes imperiales echaron mano de los recursos que tuvieran a mano a efectos de legitimar y consolidar su poder: la religión, la historia, e incluso el título de César o Khan. Los imperios desarrollaron, pero también limitaron, la imaginación política del resto del mundo.
  5. Los repertorios de poder - la durabilidad de los imperios siempre dependió de su capacidad de combinar y cambiar estrategias, y responder de manera flexible a un mundo en continua transformación. ¿Invadir territorios y consolidarlos o establecer enclaves? ¿Enviar intermediarios desde el centro imperial o utilizar a las elites locales? ¿Qué grado de libertad de maniobra se le otorga a esos intermediarios? ¿Incorporar a las poblaciones colonizadas al imaginario imperial como parte de un "nosotros" o seguir tratándolas como extranjeros? ¿Conceder cartas de privilegio a empresas privadas, como las Compañías de Indias, para que ejerzan funciones de estado? ¿Cómo denominar a los territorios conquistados? Esa flexibilidad en el uso de un menú de opciones implicó que en un mismo imperio podían convivir distintos regímenes de soberanía y distintas estructuras de poder.
Y la pregunta que queda pendiente, y que queda para la segunda parte de este post, es: ¿qué validez tiene esta caracterización hoy en día? ¿Seguimos viviendo bajo la égida de un poder imperial?

lunes, 19 de noviembre de 2012

Percepciones globales

Los índices de percepción son siempre un buen antídoto contra la indexofilia. En comparación con la supuesta objetividad de las combinaciones indigestas de estadísticas que pretenden mostrar en qué países la gente es más feliz, más libre o tiene mejor vida sexual, las percepciones son por definición subjetivas. Lo que no significa que no sean valiosas: en buena medida, los humanos tendemos a movernos mucho más por lo que percibimos que por una realidad supuestamente objetiva y mensurada.

Gallup acaba de publicar un nuevo estudio de percepciones, "Global States of Mind"con el ambicioso objetivo de brindar nuevas herramientas de medición a los líderes del mundo. En su resumen ejecutivo, indica que las estadísticas macroeconómicas clásicas muestran una foto estática de qué se produce y cómo se consume, pero no sirven para mostrar qué está pensando la población en un determinado momento. Como ejemplo de la utilidad del ejercicio, indica que leyendo estadísticas podíamos enterarnos que el PBI de países como Túnez o Egipto estaban creciendo hace dos años, pero al no saber qué pensaba su población, cuáles eran sus percepciones de su realidad, nadie pudo prever las revoluciones que se llevaron a cabo y modificaron todo el panorama político de la región.

En términos de metodología, el resumen indica que se viene trabajando desde 2005 con un cuestionario estandarizado de 60 preguntas, que se aplicó anualmente en 160 países a una muestra de aproximadamente 1000 adultos por país. En total, se llevaron a cabo más de un millón de entrevistas en los últimos 6 años. El foco del cuestionario es la percepción de bienestar, y para eso se parte desde las cuestiones más básicas (seguridad personal, alimentación, vivienda) hacia necesidades más avanzadas, como cuestiones institucionales, trabajo de buena calidad y satisfacción con la sociedad en la que uno vive.

Empezando con las cuestiones de seguridad personal, "la ley y el orden", a los entrevistados se les preguntaron cuestiones tales como si tienen confianza en las fuerzas policiales de sus localidades, y si se sienten seguros caminando solos por la noche. No resulta sorprendente que el país con mayor sensación de inseguridad sea Afganistán (un 29% de la población se siente segura), pero lo que sí me llamó la atención es que el país donde la gente se siente más segura (con 92%) sea Rwanda. Probablemente acá entre en juego la subjetividad de las percepciones, y mucha gente se sienta segura en comparación con lo que ocurrió en el país hace menos de dos décadas.

En la parte relativa a acceso a comida y un techo, de los diez países donde la gente siente que tiene que esforzarse más para conseguir comida, 9 están en África - aunque solo tres de ellos (Burundi, Congo y Liberia) coinciden con los diez países con menor índice de seguridad alimentaria; otros cuatro son considerados de "alto riesgo" y los otros tres (Gabón, Azerbaiyán y Lesotho) ni siquiera son considerados de alto riesgo. Por su parte, de los diez países donde la población considera que el acceso a la comida está mejor garantizado, nueve son considerados de bajo riesgo - y el restante, China, es quizá una cuestión de percepción: frente a las hambrunas del pasado, es probable que los chinos se sientan seguros respecto de su capacidad de poder alimentar a sus familias en la actualidad.

En las cuestiones de gobernabilidad e instituciones, Gallup mea un poco fuera del tarro al dividir a los países en "libres", "parcialmente libres" y "no libres", según un índice de libertad de prensa de Freedom House. Frente a preguntas sobre satisfacción de la población con los servicios públicos (transporte, salud, educación, calidad del medio ambiente), sobre confianza en distintas instituciones (gobierno, fuerzas armadas, sistema judicial, sistema electoral) y sobre percepciones de corrupción, llama la atención que además de los sospechosos de siempre (Nigeria, Kosovo, Honduras, Swazilandia) se encuentre tan baja la confianza en la honestidad gubernamental en lugares como Grecia, Portugal y República Checa.

Los próximos puntos tratan de cuestiones como acceso al trabajo y bienestar. Las preguntas indagan en las percepciones sobre las condiciones económicas en el lugar donde uno vive, la satisfacción con sus condiciones actuales y cuestiones de movilidad: ¿las cosas están mejorando o empeorando? También se les pregunta si sintieron dolor físico en las últimas 24 horas, si están preocupados con algo, si sienten que se les trata con respeto, si sonrieron, si aprendieron algo útil, si ayudaron a alguien. A partir del segundo grupo de preguntas, se arma una escala de "sufrimiento". El sufrimiento no guarda una particular relación con el progreso o bienestar económico: el país donde la gente más sufre (Bulgaria, con un índice de 45%) es un país pobre pero no miserable. Por su parte, los dos países con menor índice de sufrimiento (Brasil y Tailandia) no se destacan por su ingreso per capita o desarrollo humano... lo que sí es curioso es que cinco de los diez países con mayor índice de sufrimiento se ubiquen en Europa Oriental.

Finalmente, se le pregunta a la gente si tiene ganas de rajarse de donde está, y si aprueba o no a los líderes de su país. Nuevamente, llama la atención la subjetividad de las respuestas: no parece existir un factor objetivo determinante que se pueda correlacionar con la aprobación o desaprobación del liderazgo de un país. El índice de aprobación, por ejemplo, es de 80% en Luxemburgo, 86% en Azerbaiyán (uno de los países donde la gente más siente que no tiene morfi), 79% en Niger (uno de los 5 países más pobres del mundo) o 68% en la Argentina, pero sólo del 10% en Rumania, 16% en Angola, 21% en Italia y 30% en Chile.

Y la Argentina... ¿dónde queda? En casi todos los casos, con excepción de un alto grado de aprobación al liderazgo del país, estamos en el medio. No somos de los que más sufrimos, pero tampoco de los que menos sufrimos. No nos sentimos hiper-seguros, hiper-satisfechos o hiper-corruptos, pero tampoco sentimos que vivimos en un paraíso terrenal de la seguridad, la satisfacción y la honestidad. Es para pensarlo un poco, pero quizá seamos un país bastante consciente de su realidad y su lugar en el mundo. Quizá estemos donde tenemos que estar.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Cacerolas en el mundo

Leímos en algunos medios de comunicación que el festival de cacerolas del BN, digo, del 8N, se extendió por el mundo. Con mucho glamour, y a pesar del frío y la lluvia, muchos compatriotas se quejaron de todo lo que está pasando frente a nuestras Embajadas y Consulados en París, Roma, Sidney, Madrid, Río de Janeiro y Nueva York. Después de enterarme que la adhesión al cacerolazo fue nula frente a nuestra Embajada en Puerto Príncipe, Haití, me agarró la curiosidad: ¿cómo se manifestaron los argentinos en las 145 sedes que no fueron cubiertas por los medios?

Hice algunas averiguaciones entre los colegas desparramados por el mundo, y uno de los puntos que me llamó poderosamente la atención es que las consignas fueron diseñadas para atraer la atención de los locales en cada lugar. En los países nórdicos en los que empieza el invierno, por ejemplo, se exigía el fin del frío. En nuestras Embajadas tropicales, las pancartas leían "Basta de Kalor". En términos generales, las protestas fueron pacíficas y espontáneas (la gente se juntó espontáneamente frente a nuestras sedes diplomáticas y consulares), pero hubieron algunos incidentes que los medios de comunicación no llegaron a registrar y que me gustaría comentarles a mis lectores.

Toda esta información llegó a Buenos Aires en cables secretos, entonces para proteger a mis fuentes y para no empañar nuestras relaciones amistosas con los países donde se permitió que argentinos y argentinas ventilen su indignación no los voy a nombrar.

La manifestación en un país de la ex-Yugoslavia por ejemplo, convocada por un empresario del sector parripollos en proceso de expansión internacional, se desarrolló en paz hasta que dos estudiantes mendocinos aparecieron con pancartas que pedían la muerte a los musulmanes. Hubo un fuerte debate sobre los límites a la libertad de expresión (que era al fin y al cabo una de las consignas de la manifestación) y por unanimidad se decidió derivarlos a la sede de un partido neonazi de la vecindad. Imbuido de fervor patriótico, el dicho empresario invitó a los demás manifestantes a la sucursal del parripollo ubicada a dos cuadras de la embajada y les ofreció un 20% de descuento a todos los que presentaran sus carteles de "muerte a la kretina".

Un episodio que podría haber terminado de manera trágica ocurrió frente a nuestra embajada en un país africano con un índice de pobreza de 92% y una mortalidad infantil superior al 15%. Los tres manifestantes celebraron haber juntado al 50% de la colonia argentina, y decidieron compensar el escaso número portando cacerolas gigantescas, que hicieran mucho ruido: mientras uno de los manifestantes sostenía el calderón, su esposa lo golpeaba con un martillo y el hijo sostenía una pancarta que leía "Basta de Hambre K" y tuiteaba el minuto a minuto. Todo parecía bien encaminado hasta que un grupo de unos 30 locales, alertados por la presencia de carne blanca, decidió tomar cartas en el asunto.

Invadieron la Embajada Argentina, y con el parqué de la oficina del Sr. Embajador armaron una enorme fogata, sobre la que apoyaron el calderón y, cubierta de agua, la desafortunada familia de ciudadanos argentinos tiernizada con una caja de Trapiche encontrada en la cocina. Alertado, el embajador se hizo presente y después de una ardua negociación logró cambiar a la familia argentina por su peso en carne totalmente deshuesada, 125 kg de papas, zanahorias, cebollas y verduras para hacer un buen caldo, 4 kg de panceta y 6 docenas de huevos. Debido a la urgencia del asunto, las áreas técnicas de cancillería aceptaron eximir a la embajada de presentar los tres presupuestos de rigor, y después de varios días de discusiones tomaron una decisión sobre la partida correcta para imputar el gasto.

Un divertido incidente ocurrió en una ciudad europea, en la cual un grupo de travestis salteñas en momentos del cacerolazo laburaba en las inmediaciones del consulado argentino. Al ver el enérgico grupo y su improvisada batucada, a las chicas se les chisporroteó el huso horario, pensaron que eran los festejos del 10N, la marcha del orgullo, y lideradas por una treintañera conocida como Yegua Montada, pasada de MDMA, se pusieron a bailar al son de la yegua montonera, portando pancartas prestadas de tradición, familia, propiedad.

El mayor éxito cacerolero fue en un país de Medio Oriente, uno que se sacó de encima a un dictador que había permanecido en el poder por 30 años y celebró sus primeras elecciones libres recientemente. Aproximadamente 50 argentinos con ollas y sartenes, pidiendo terminar con la diktadura y la tiranía K, hicieron contacto con un grupo local de rebeldes y juntos decidieron marchar desde la Embajada hasta el Palacio Presidencial. El cable de nuestra Embajada afirma que, llegando al Palacio, los manifestantes tuvieron el acceso habilitado por miembros de la guardia presidencial descontentos con el resultado de las elecciones, y una vez adentro sorprendieron al recientemente jurado Presidente en pijamas, ocupándose de su aseo nocturno.

Mientras los argentinos celebraban con cánticos de "no somos golpistas" y "basta de violencia K", los locales procedieron a arrastrar al Presidente a la plaza central de la capital, donde lo descuartizaron y colgaron sus partes en postes colocados en el hueco dejado por la estatua del ex-dictador y su familia. Acto seguido, procedieron a la ceremonia de juramento de un sobrino del ex-dictador elegido por una mesa chica de rebeldes y caceroleros como nuevo Presidente. Algunos de los manifestantes argentinos han recibido importantes cargos en el nuevo gabinete, y consultado por un medio local uno de los organizadores de la marcha manifestó estar "muy satisfecho con esta manifestación de democracia y participación popular. Ojalá podamos repetir esto en la Argentina, pero lo veo difícil porque allá hay mucha represión".

Los organizadores del cacerolazo en un país de Centroamérica se mostraron muy satisfechos con el resultado de la marcha en la capital: "¡Fue un golazo haber elegido la inseguridad como el eje de las protestas! La clave fue haber recomendado que, además de la cacerola y las pancartas, los argentinos trajeran a la puerta de la embajada un guardaespaldas armado por grupo familiar. Logramos manifestarnos dos horas sin un único asesinato o secuestro exprés, lo que muestra a las claras que el flagelo de la inseguridad tiene solución, sólo se requiere un poco de buena voluntad del gobierno nacional."

Pero sin dudas el episodio más confuso ocurrió frente a nuestra Embajada en un importante país asiático. Casi 100 argentinos se juntaron frente a nuestra embajada, pidiendo más democracia, más derechos humanos y más libertad de expresión. Como en ese país las redes sociales están prohibidas, no contamos con tuits sobre la primera media hora de manifestación. Para agravar las cosas, los argentinos no se dieron cuenta que las manifestaciones populares también son ilegales, por lo que la temible Policía Investigativa de *#!4 (nombre del país) - Agencia Nacional Antisubversiva (PIC-ANA) intervino y se llevó presos a 75 compatriotas. A partir de ese momento todas son versiones, algunas contradictorias.

Parece ser que uno de los líderes de la manifestación trató de explicar que las demandas de democracia se referían a la Argentina, no al país asiático. Testigos afirman que, mientras era sometido a técnicas milenarias de interrogación, y con lágrimas en los ojos, les decía a sus captores que "no tenemos quejas sobre los derechos humanos en su próspero país: acá nos dejan comprar dólares, nos dejan viajar a Miami, y tenemos libertad para contratar empleados sin tener que pagarles cargas sociales o darles vacaciones... ¿qué más podemos pedir?".

Al rato, alertada por las autoridades locales, se hace presente un funcionario de la embajada para tratar de ayudar. Al verlo, las damas presentes, despojadas de sus cacerolas y con sus manos atadas, empiezan a cantar: " fuera funcionarios korruptos, queremos libertad". Y los señores, con los ojos vendados, les explican a los agentes asiáticos: "no aguantamos más vivir con miedo, solicitamos asilo político en su país".